Regalos y propósitos se encuentran a la vuelta de la
esquina. Entre las peticiones que se harán desde Cataluña, seguro que estará muy
presente la independencia. Espero que este regalo envenenado se pierda por el
camino, y que si llega no llegue envuelto entre promesas apetecibles pero
irreales. Porque quizá ese regalo se abra esperando encontrar en él una mejor
vida y cuando tal promesa no se cumpla, ya no se pueda devolver. No quiero que nadie traiga fronteras a un
país que ahora debería estar más unido que nunca. Ya que aunque como país no
hemos hecho bien los deberes, debemos remar todos juntos para salir de este
momento económico, que aunque es verdaderamente malo puede ser peor si
alimentamos movimientos como este, que en vez de ayudar, lo complica todo un
poco más.
El nacionalismo
debería servir para unir personas y no para separarlas, sin embargo, en los
últimos años han surgido numerosos desencuentros entre Cataluña y el Estado
español. Estos en su mayoría no deberían haber transcendido. El problema es que
se han ido agravando, en gran parte por
la ineficacia y dejadez de nuestros líderes políticos sobre este tema. Esta
situación se asemeja a la de aquel matrimonio en el que surge algún problema.
Si el problema se habla, este desaparece, sin embargo en este caso, el problema se ha ido dejando hasta el
punto que ha crecido demasiado. Ahora desde Cataluña nacen más voces que
quieren el “divorcio”. Mientras que el Estado Español se ampara en las leyes
para no dárselo. Se equivoca. No podemos
obligar a nadie a estar a nuestro lado sino hacer que se sientan orgullosos de formar
parte de España. Cuando esto se consiga serán pocos aquellos que sigan
pidiendo lo que a mi parecer es perjudicial para ambas partes.
Un gran número de catalanes no se siente identificado con España, y eso es real. Pero
son muchísimos los que quieren seguir siendo españoles. Legítimo es sentirnos orgullosos
de nuestros orígenes y llevarlos allá donde vayamos, pero hay una idea que defiendo que plantearon grandes genios como Cela, Unamuno o Baroja,
una idea que decía que el Nacionalismo
se cura viajando. Y es que allá donde viajamos solemos llevarnos parte de
esos lugares y dejar en ellos parte de lo
que somos. Por eso sin apenas haber pisado Cataluña, la llevo dentro de mí en
tanto que llevo dentro amigos de allí.
Para mí el regalo más importante que recibo cada navidad no
aparece bajo el árbol, ni junto a la chimenea. Suele aparecer en las calles de mi pueblo. Y es que mi pueblo
como la mayoría, es un pueblo de emigrantes. En Navidad, durante un par de
semanas, aquellos que se fueron vuelven a la que fue su casa. Y lo suelen hacer
con sus hijos. Algunos de los cuales se han convertido en amigos que pese a
haber nacido en Córdoba, Madrid o en muchos casos en algún rincón de Cataluña,
cada Navidad, Semana Santa o Verano visitan mi pueblo y van dejando aquí un
poquito de ellos y de la tierra de donde vienen. No es justo que estos últimos,
amigos y amigas que viven en Cataluña, tengan
que dejar de ser españoles cuando ellos quieren seguir siéndolo. Porque aunque
hayan nacido en Cataluña y, en algunos casos puedan hablar mejor el Catalán que
el Castellano, se sienten tan españoles
como yo. Por tanto nadie puede obligarles a dejar de ser lo
que son, más aún cuando parte de su familia y amigos estamos aquí.
Desde mi pueblo
siempre he visto Cataluña como algo mío, porque la imagen que yo tengo de
Cataluña no es la de Jordi Pujol o Arthur Mas, sino la de Eleazar, Juli, Paula,
Marc y tantos otros catalanes que he conocido a lo largo de mi vida. No entiendo
aquellas personas que están luchando por poner fronteras donde ni las hay ni las debe haber. No creo que nadie sufra por seguir siendo
español. En cambio el daño que se puede generar a esas familias que la
frontera separaría o aquellas personas que tendrían que dejar de ser españoles
simplemente porque otros lo decidan,
puede ser tremendo. Dejemos de luchar por separar y luchemos por afianzar lo que nos une.
Finalmente llegará la Navidad, me encontraré
con estos amigos en el pueblo y realmente dudo que nos quedemos ante el
televisor viendo a Arthur Mas y Rajoy utilizar
en sus discursos a la gente, gente como nosotros que no tiene ningún problema en
seguir conviviendo. Seguramente mientras ellos discuten, nosotros nos iremos a
tomar unas cañas, que es donde gente como mis amigos de Cataluña me han mostrado
parte de su lengua y su cultura, donde hemos contado chistes de catalanes o de
gente de pueblo, hemos visto partidos de España, o hemos cantado por Sabina o
Serrat . En definitiva, donde hemos dado un ejemplo a estos individuos,
demostrando que la gente de Cataluña y
la del resto de España puede ser más feliz cuando está unida.